AUTORRETRATO http://07
6.7.07
  03 de julio 07, martes.

Bueno, todo no puede ser perfecto. Hice unos registros rápidos cuando me fui a dormir, solo para subir alguna imagen del despelote de mi vida.

Pero ya que hay gente que me lo pide, va cuentito (dulces sueños):

LA VIEJA CLORINDA

Terminé el plato de buseca espesa y concentrada, pasé un trozo de pan sobre la salsa que quedó en el fondo del plato, me lo metí en la boca y mastiqué con deleite: estaba crocante y húmedo a la vez. Dejé todo desordenado sobre la mesa de la cocina y todavía masticando salí hacia la casa de la vieja Clorinda. Caminé apurada, con las llaves tintineando en la mano derecha. Iba a darle de comer a los gatos y ya eran casi las dos de la tarde, los pobres debían estar famélicos; el día anterior no había tenido tiempo de ir hasta ahí, se me había hecho muy tarde y desistí: me dio miedo entrar de noche a la casa oscura y llena de gatos. No se me ocurrió que la vieja ya había vuelto, suponía que iba a demorar un día más.

La vieja siempre tuvo el mismo aspecto abandonado: el pelo de un color gris amarillento, largo, recogido en un moño medio desecho y desprolijo, la ropa arrugada y manchada. Vivía a la vuelta de mi casa, sola, en una casa descuidada, llena de manchas de humedad. La casa era chiquita y sucia, como la vieja; con olor a moho y a pichí de gato. La vieja adoraba a los gatos. Alimentaba a unos quince gatos que andaban por todos los rincones, se le trepaban a la falda, dormían sobre la cama, los sillones, hasta arriba de las mesas. La vieja, gato que veía suelto, gato que recogía. Una vez por mes, se iba por dos o tres días a visitar a unos parientes que viven en Durazno, y siempre me dejaba las llaves de la casa, para que fuera a darle de comer a los gatos.

Apenas abrí la puerta la vi, tirada boca arriba en el medio del estar, descalza, vestida solamente con un camisón; un camisón de un blanco medio grisáceo, revenido, aunque lo que más se notaba eran las manchas de sangre. Fue horrible verla así, tan lastimada, como si alguien la hubiera rasgado con saña, el pelo gris revuelto y pegoteado con sangre seca, la cara y los brazos desgarrados, los ojos celestes abiertos mirando al vacío y la boca sin dientes torcida en una mueca. Me dio miedo. Pánico, más bien.

Por un instante me quedé paralizada, el corazón me latió con fuerza y sentí las palmas de las manos frías y húmedas. Con un gesto instintivo llevé las manos a la cara, me cubrí la boca y la nariz sin dejar de mirarla. El olor de la habitación era desagradable e intenso. Sentí subir una arcada desde el estómago y fui corriendo hasta el baño, por suerte llegué a vomitar dentro del water y no enchastré más la casa. Vomité todo el guiso que acababa de comer y hasta bilis amarilla. Miré con asco unos pedazos de chorizo que flotaban en la taza. Me quedé jadeando un rato, con las manos apoyadas sobre la pared y la cabeza gacha hasta sentir que se me pasaban las náuseas. Apreté el botón de la cisterna y fui hasta la pileta. Sobre el estante del botiquín, dentro de un vaso lleno de agua estaba la dentadura sonriente de la vieja. Me dio un escalofrío. Me lavé la cara rápido y respiré hondo.

Con esfuerzo conseguí calmarme, salí del baño y recorrí la casa. Había sangre por todos lados, hasta en la cocina. Parecía como si la vieja se hubiera arrastrado por toda la casa antes de morir. La puerta que daba al patiecito estaba abierta, pero no me llamó la atención: ella siempre la dejaba abierta para que los gatos entraran o salieran a su antojo. Me pareció raro no ver algún gato rondando por la vuelta. Pero se sabe como son los gatos. De fidelidad, nada. Se deben haber dado cuenta que la vieja no los iba a alimentar más, y se las tomaron, así como así. En ese momento escuché un maullido suave, cariñoso. “Ves”, me dije, “tanto criticás a los gatos y ahí vuelve uno a visitar a la vieja.”

Salí de la cocina y caminé por el corredor angosto hasta la mesita donde está el teléfono, levanté el tubo y llamé a la policía; con voz temblorosa y entrecortada expliqué lo que pude, apenas me salían las palabras. La mujer que me atendió me dijo que me tranquilizara, que iban a mandar unos agentes lo más pronto posible, y me pidió que los esperara.

Corté, me asomé al estar y vi al gato, que caminaba alrededor de la vieja, maullando; era el marrón atigrado, un gato enorme y lindo, de ojos amarillentos. Era el último gato que había recogido la vieja. Ella lo adoraba, era al que más mimaba.

-Miss, miss –le dije- que amoroso gatito. Volví a la cocina, fui hasta la heladera y saqué la jarra de leche, llevé un plato al estar y lo puse en el piso.

-Miss, miss, Bombón (así se llama el gato, “porque es marrón achocolatado y me hace acordar a un bombón por lo dulce que es” me había dicho la vieja unos días antes) Bombón, Bombón, mirá lo que te traje –continué con tono cariñoso y vertí leche hasta el borde del plato. Bueno, el tal Bombón ni bola le dio a la leche. La miró con asco, y a mí, con desprecio. Por lo menos eso me pareció.

-Bombón, te jodiste –le dije, ofendida- si no querés leche tendrás que buscar tu comida en otra parte. El gato se erizó y me mostró los dientes, haciendo ese ruido típico que hacen los gatos cuando ven a un perro. Como un “jjjshshhhhhhiiii”.

Me dieron ganas de darle un escobazo, y ya estaba a punto de ir a buscar la escoba, cuando sonó el timbre. Fui a abrir: eran dos policías. Los hice pasar; los hombres husmearon por todos lados y me preguntaron de todo, yo les conté lo que sabía sobre la vieja. Bombón nos siguió por toda la casa, con la cola bien levantada y el andar elegante. A veces ronroneaba y se frotaba contra las piernas de los policías, o contra las mías. Cuando terminaron de recorrer todos los rincones de la casa me tomaron los datos y dijeron que iban a mandar a la policía técnica lo antes posible; me preguntaron si podía esperar a que llegara: yo tenía las llaves de la casa, había encontrado el cuerpo y seguramente iban a querer interrogarme. Yo quería irme de ahí, estaba asqueada. Igual les dije que sí, que esperaba.

Les pregunté qué pensaban, quién podía lastimar así a una pobre vieja. Me contestaron que quién sabe, que capaz que la vieja tenía algún dinero escondido, o que había cobrado la jubilación y la habían seguido hasta la casa, que eso pasaba bastante seguido, que la gente está cada vez más agresiva. Me dijeron con un tono serio que me iban a citar para hacer declaraciones y se fueron. Pensé, algo irritada, si me tendrían dentro de la lista de sospechosos. Me había parecido que uno de ellos me miraba de forma rara y me di cuenta de que me repetía las preguntas sin ningún disimulo.

Y acá estoy, con ganas de irme, sentada sobre un silloncito (antes de sentarme lo cubrí con una sábana limpia, porque además de tener olor a gato, estaba sucio de sangre). Ya hace rato que espero, de verdad no sé qué se creen, como si una no tuviera nada más que hacer. Pero no me animo a irme, capaz que lo toman como que quise huir, o algo así. Nunca se sabe. En cuanto los policías se fueron prendí la tele y puse cualquier cosa para distraerme, a esta hora solo hay novelas, pero cualquier cosa es mejor que mirar todo el tiempo a la pobre vieja. Por el rabillo del ojo veo al gato que se refriega contra la vieja y la lame. Le lame la cara, la carne lastimada. Maúlla y después ronronea. Lo miro enternecida. “Por lo menos, alguien quería de veras a esta vieja”, pienso. Bombón acerca una mano a la cara de la vieja, como para acariciarla y le da un zarpazo en el cuello; y con un gesto juguetón, sin violencia, le arranca un pedazo y juega con el trozo de carne, lo desgarra, lo mordisquea y se lo traga, así nomás. No puedo creer lo que veo. Me levanto, espantada, retrocedo y grito. El alarido suena fuerte y agudo.

El gato me mira, se agazapa y salta sobre mí sin darme tiempo a nada. El impacto me hace trastabillar. Me araña la garganta y me muerde. El hijo de puta sabe bien donde morder. “Mierda, como duele”, pienso mientras manoteo y trato de sacármelo de encima. Pero el gato es fuerte, y rápido; me tropiezo con algo y me caigo al piso con el gato prendido a la garganta, arañando y mordiendo. Las uñas afiladas penetran en la carne, rasgando; me retuerzo y doy vueltas, enloquecida. Me paro, pongo los brazos sobre la cabeza para protegerme y trato de correr, pero vuelvo a caerme. De rodillas, sigo luchando, o más bien, tratando inútilmente de esquivar las uñas, de patearlo, de taparme la cara. De pronto me suelta y se aleja de un salto. Jadeante, lo busco con la mirada. Está inmóvil, atento, con el cuerpo pronto para saltar. Respiro con dificultad, me siento sin fuerzas. Los brazos me pesan, los dejo caer a los costados del cuerpo. Mareada y sacudida por los sollozos siento que mi cuerpo se desliza hacia un costado y que cae blando; y lo siento cuerpo ajeno, cuerpo forastero. Me arrollo, temblando, y me envuelvo en mí misma, abrazo mis piernas doloridas y hundo mi barbilla en el hueco del esternón, la frente apretada contra las rodillas.

Miro hacia la derecha y me topo con los ojos de la vieja. Veo que Bombón camina con lentitud a mi alrededor, va y viene, ronronea. Se frota contra mis piernas. Llevo de forma automática una mano hasta la garganta, me duele; siento en los dedos el contacto con el líquido tibio y pegajoso. Me incorporo con dificultad, apoyo la mano derecha en el piso y con gran esfuerzo me levanto a medias, trato de arrastrarme hacia la puerta. El brazo sobre el que estoy apoyada se afloja y caigo, blanda, boca abajo. Oigo el ruido seco que hace la frente al golpear contra el piso de baldosas, la cabeza rebota y vuelve a caer, se tuerce apenas y la mejilla se aplasta contra el suelo húmedo con un sonido a cachetada. La mejilla descansa sobre un charco de sangre que crece, enorme, rojo, viscoso. Tengo los ojos abiertos. Con una sensación creciente de impotencia, veo a Bombón que lame la sangre, mi sangre, con aspecto dócil y displicente.

Se para y arquea el lomo, desperezándose y luego se acerca con pasos lentos, se refriega mimoso contra mi pierna. El ronroneo suena manso y acariciante. Me invade una sensación de paz, como si flotara sobre una nube suave. Cierro los ojos. Oigo apenas el ulular lejano de una sirena.























Etiquetas:

 
3.7.07
  02 de julio 07, lunes.

Como todos los lunes, no me acordé de hacer registros. Bue, las croquetitas de la cena. Y de paso a Sofi que estaba de espaldas a la estufa. Y ella después me sacó una foto a mí. Por mostrar algo, nomás… pero para ser lunes, hay un montón de cosas. Los lunes soy feliz (generalmente) y sobre todo si me acuerdo que no tengo ninguna obligación y que
todo el mundo está en la máquina. Ji ji. Así que –si no llueve o hay mucho viento o hace demasiado frío o no tengo ganas, nomás- me voy a la rambla a correr con alguna de las perras. Con las dos juntas no, no las llevo, porque patotean.
Patotear perrum est.








Etiquetas:

 
2.7.07
  01 de julio 07, domingo.

Como todos los lunes, no me acordé de hacer registros. Bue, las croquetitas de la cena. Y de paso a Sofi que estaba de espaldas a la estufa. Y ella después me sacó una foto a mí. Por mostrar algo, nomás… pero para ser lunes, hay un montón de cosas. Los lunes soy feliz (generalmente) y sobre todo si me acuerdo que no tengo ninguna obligación y que
todo el mundo está en la máquina. Ji ji. Así que –si no llueve o hay mucho viento o hace demasiado frío o no tengo ganas, nomás- me voy a la rambla a correr con alguna de las perras. Con las dos juntas no, no las llevo, porque patotean.
Patotear perrum est.












Etiquetas:

 
  30 de junio 07, sábado.

Nos fuimos a Santa Lucía aunque siguieron pasando cosas en el fac que quería ver. Me perdí unos films de Narcisa, me dijeron que estuvo muy bueno (la esencia de la feminidad, esas fueron las palabras de mi informante) pero ya había arreglado con Ju y conmigo que nos íbamos. Y bué. El día fue una hermosura y descansé piiiiiiiiiilas. Pasé bárbaro. La playa estaba divina, no había viento. Fuimos a caminar un rato. De noche fueron Jota y Carmen y María y mami y fuimos a cenar al restaurante del hotel renovado, comimos muy bien, pollo de campo!!! Hacía años que no comía un sencillo pollo al horno tan rico. Pollo con gusto a pollo.

Tengo previsto un retiro en Santa Lucía. No sé bien cuando me voy, pero estoy esperando que no haga tanto frío y claro, va a ser después de mi exposición en MARTE-UP, que se inaugura el 21 de julio. Me voy a escribir. Creo que vendré a Montevideo dos días por semana. Ya veré.

































Etiquetas:

 
  29 de junio 07, viernes.

5982/ 02: el cine esta vez fue en la colección Engelman-Ost. Estuvo Narcisa. Están sucediendo eventos históricos en relación al arte contemporáneo en Montevideo. Lástima que no van ni las autoridades de cultura, ni la mayoría de los críticos de arte. Se lo pierden. Pero acá queda registrado. Iupi.
















































































Etiquetas:

 
TERESA PUPPO 2007

Nombre: Teresa Puppo
Ubicación: Montevideo, Uruguay
Archivos
31/12/06 - 7/1/07 / 7/1/07 - 14/1/07 / 14/1/07 - 21/1/07 / 21/1/07 - 28/1/07 / 28/1/07 - 4/2/07 / 4/2/07 - 11/2/07 / 11/2/07 - 18/2/07 / 18/2/07 - 25/2/07 / 25/2/07 - 4/3/07 / 4/3/07 - 11/3/07 / 11/3/07 - 18/3/07 / 18/3/07 - 25/3/07 / 25/3/07 - 1/4/07 / 8/4/07 - 15/4/07 / 15/4/07 - 22/4/07 / 22/4/07 - 29/4/07 / 29/4/07 - 6/5/07 / 6/5/07 - 13/5/07 / 13/5/07 - 20/5/07 / 20/5/07 - 27/5/07 / 27/5/07 - 3/6/07 / 3/6/07 - 10/6/07 / 10/6/07 - 17/6/07 / 17/6/07 - 24/6/07 / 24/6/07 - 1/7/07 / 1/7/07 - 8/7/07 / 8/7/07 - 15/7/07 / 15/7/07 - 22/7/07 / 22/7/07 - 29/7/07 / 2/9/07 - 9/9/07 / 9/9/07 - 16/9/07 / 16/9/07 - 23/9/07 / 23/9/07 - 30/9/07 / 30/9/07 - 7/10/07 / 7/10/07 - 14/10/07 / 14/10/07 - 21/10/07 / 21/10/07 - 28/10/07 / 28/10/07 - 4/11/07 / 4/11/07 - 11/11/07 / 11/11/07 - 18/11/07 / 18/11/07 - 25/11/07 / 25/11/07 - 2/12/07 / 2/12/07 - 9/12/07 / 9/12/07 - 16/12/07 / 16/12/07 - 23/12/07 / 23/12/07 - 30/12/07 / 30/12/07 - 6/1/08 / 3/1/10 - 10/1/10 /



Powered by Blogger

Suscribirse a
Entradas [Atom]